sábado, 28 de julio de 2012

¡Derrotemos al patriarcado!


¡DERROTEMOS AL PATRIARCADO!

¡APLASTA AL PATRIARCADO!

¡DESTRUYE AL PATRIARCADO!


Frases como éstas son y han sido muy utilizadas por las feministas alrededor del mundo. Y es que el "patriarcado" como término que designa a la estructuración de la sociedad en la que se privilegian los deseos, derechos y realidades de los hombres, designando a "lo masculino" (y todos los símbolos y significados que ello conlleva) como lo "naturalmente" superior, válido y digno de reconocimiento, sigue siendo uno de los enemigos a vencer si estamos buscando que el principio de la no discriminación rija dentro de nuestras sociedades.


El problema es que se piensa que el patriarcado sólo está presente en los mensajes sexistas de los medios de comunicación o en la violencia machista ejercida día a día dentro de muchas relaciones de pareja o en las decisiones gubernamentales que regulan la libertad de las mujeres para decidir sobre sus cuerpos o  los comentarios homófobos de los jerarcas eclesiásticos que coartan la libertad de las personas con orientaciones sexuales o identidades genéticas distintas a la hegemónica. 


Así, muchas veces se nos pasa de largo que el patriarcado está  en todas las personas, todxs lo alimentamos, lo reproducimos y lo actuamos en diversas situaciones y conductas tan imperceptibles y cotidianas que ni cuenta nos damos.


María Jesús Izquierdo, feminista catalana cuyos puntos de vista son fuertemente debatidos por controversiales, propone en un artículo muy provocador (que se puede leer aquí) "considerar las condiciones estructurales que hacen de nosotras y nosotros lo que somos, evitando denunciar el sexismo mediante la proyección de la responsabilidad sobre un enemigo exterior imaginario".


Poner en práctica esta idea, implica asumir que las propias conductas, pensamientos, sentimientos, etc. están "impregnados de patriarcado" y que "derrotarlo" implica un trabajo de autocrítica, autocuestionamiento y autoreflexión, un viaje por los parajes tenebrosos de nuestro interior que muy pocxs estamos dispuestxs a emprender.


María nos reta (y se reta a sí misma) argumentando que la lucha política -en donde incluye al feminismo sin excluir a otros movimientos sociales-, debería 
"tener en su punto de mira acciones orientadas a combatir el sexismo y el patriarcado entendiendo que las conductas de los hombres y las mujeres son, sobre todo, el producto de las condiciones estructurales, tanto económicas como psíquicas, y como tales deben ser consideradas. Finalmente, habrá que tener en cuenta la dimensión ética del problema. La responsabilidad que todos y todas tenemos como sujeto que, aún siendo el producto de unas circunstancias históricas que no ha elegido, no renuncia a cambiar el curso de los acontecimientos. Poner en práctica el principio que nos caracteriza, el de la reflexión sobre sí mismo, interviniendo activamente en el curso de la historia y de su propia biografía."
Con grandes dificultades y bastantes descalabros, yo he intentado tomar este principio como rector de mi reflexión y quehacer feministas a lo largo de los años. Las gafas violetas son imposibles de quitar cuando de mirar la realidad se trata y yo intento sacármelas sólo para girarlas y mirarme en su reflejo.


Me  pasó hace un momento mientras leía un cuento de Cristina Rivera Garza contenido en su libro "Ningún reloj cuenta esto". La trama del relato en cuestión en realidad no viene al caso en este momento, sólo comentaré una escena donde el protagonista entra a un bar en donde:


UNA PAREJA SE BESA EN EL SILLÓN DE LA ESQUINA
Al leer "Una pareja se besa en el sillón de la esquina", mi mente inmediatamente asoció la frase con la imagen de "una mujer y un hombre" que se besaban sobre un sillón. 


En mi mente no hubo cabida para la diversidad, para la disidencia, para la no-heterosexualidad en la escena literaria.

En mi mente, la heteronormatividad está instalada sin cuestionamientos... 

Para mi "confort", los cuestionamientos vinieron después...

En mi estómago hubo un retortijón y en mi pecho una presión... y es que darme cuenta de que en mí los prejuicios siguen operando de manera "natural", sigue provocándome una sensación de incomodidad conmigo misma que cuesta trabajo experimentar.

Pero esta incomodidad y estas reflexiones que se suceden después de que me pasan este tipo de cosas, me hacen saber que voy por el buen camino y que sigo contando con la posibilidad y la disposición de, como dice Izquierdo, intervenir activamente en el curso de la historia y de mi propia biografía.

Sé que es un ejercicio cotidiano y muchas veces imposible de realizar, pero sigo intentándolo día a día... es mi lucha más constante para derrotar al patriarcado.

2 comentarios:

  1. Vio, a la fecha tu clase despertó el borbollón de pensamientos y emociones fuertes que, si bien conocía.... No reconocía su fuerza.

    Estoy convencido que se trató del pilar angular de mis estudios y poco a poco de mi vida.
    Me invadió de cosquillas mentales que estoy seguro, con mucha fortuna, no permitirán se me acaben las preguntas y los debates.
    Eternas gracias.

    No dejes de escribir.... ¿Dónde más puedo leerte?

    Pablo Andrés Cruz Franco

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    Respuestas
    1. Pablo querido.
      Muchas gracias por tus palabras y, sobre todo, porque ellas han hecho resurgir mis ganas de escribir acá. Mientras tanto, puedes encontrarme en Facebook/ Abril.Violetta
      Abrazos

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