miércoles, 18 de julio de 2012

Alemania, el “Vocho”, el Führer y una canciller alquimista...

Para Pablo, quien se acaba de poner las gafas violeta y, al parecer, no piensa quitárselas.

Cuando uno de mis alumnos en la Licenciatura en Psicología de la Ibero me expuso sus primeras ideas sobre este texto, pensé "Si este chavo logra plasmar en papel lo que está explicando en el pizarrón, será un análisis interesantísimo de leer".

No me equivoqué. Y cuando la noche anterior al fin del semestre y después de varias horas de calificar ensayos y exámenes me encontré con el suyo, no sólo me interesé sino que ¡me reí muchísimo!

Por eso decidí compartirlo aquí, para que lo lean y se rían y descubran -o comprueben- que el género lo atraviesa todo, hasta un pequeño carrito familiar...


Violeta

PD. Me permití introducir algunas imágenes que consideré pertinentes. El texto está en proceso de edición para su publicación así que si les interesa tomar un fragmento pedimos se cite al autor y la fuente.
Alemania, el “Vocho”, el Führer y una canciller alquimista en relación con la construcción de género.
Pablo Andrés Cruz Franco


Este texto discute y reflexiona sobre el posible paralelismo entre la historia del popular automóvil de Volkswagen y la del pueblo alemán tras el dominio del régimen nazi en relación con la construcción social del género en ese país. Así mismo se reflexiona sobre cómo Alemania con su gran poder e influencia esparcen la naturaleza de esta construcción a gran parte del mundo occidental a partir de este ícono del automóvil y objeto de culto de su pueblo. El “vochito” entonces se transforma en un ente metamórfico sujeto al diálogo global. Sin embargo, tras el pasar del tiempo parece que el vehículo en vez de evolucionar se aferra a sus raíces y se estanca en el patriarcado y posiblemente, el machismo.

En 1933, Adolf Hitler ordenó a Ferdinand Porsche desarrollar un Volkswagen, cuyo significado literal es: “Automóvil del pueblo”. El epíteto Volks-, que alude a lo “relativo a la gente o al pueblo” fue aplicado constantemente a otros bienes de consumo auspiciados por los Nazis; por ejemplo, el Volksempfäger (“la radio del pueblo”). De esta forma, se añadía a cualquier sustantivo para crear una sensación plástica de orden encaminado al “bienestar”. Hitler requería un vehículo básico capaz de transportar dos adultos y tres niños a 100 kilómetros por hora. El “Automóvil del pueblo” estaría disponible para ciudadanos del la Alemania Nazi a través de un esquema de ahorro por un precio relativo a lo que ahora cuesta una motocicleta pequeña, menos que una Vespa Italiana. Endeudamiento eterno, pagos pequeñitos. ¿Les suena el título “1984” de George Orwell?.

El régimen Nazi dirigió su atención a la conformación de la familia, un núcleo estratégico para la administración del poder en el régimen. Hitler percibía el índice de natalidad como un requisito para la victoria en el campo de batalla. El miedo de los Nazis puede ser mostrado en esta comparación: en 1900 el promedio de natalidad anual fue de 3.3 mil, mientras que en 1930 era de 14.7 mil nacimientos”. Los nazis trataban de “restaurar la familia a su debido lugar”. De acuerdo al régimen, la oleada de nacimientos reflejaba un voto de “confianza en el régimen” que las personas manifestaban. En 1939, el promedio anual de fue de 20,400 nacimientos. Existían incentivos para que las familias fueran más grandes, préstamos maritales y subsidios para niños. El término familia fue reservado oficialmente para padres heterosexuales con tres o más hijos (Grunberger, 1987). (posiblemente, en este apartado, la traducción del alemán al español sea literal; no tomaremos en cuenta lo acordado en las reglas de nuestro idioma ante la pluralización de lo masculino en un sustantivo.)


Durante el régimen, el aniversario de la madre de Hitler, el 12 de Agosto (¡mi vida!), todas las madres fértiles eran premiadas con el Honor de “Madre Alemana” en sus distintas jerarquías: Honor de Bronce si tenían más de cuatro hijos, Plata para más de seis y Oro para más de ocho hijos. La medalla se acompañaba de un mensaje motivador que aclaraba la posición del fin último de la mujer: “Yo doné un niño al Führer”. Así mismo, el régimen prohibía la propaganda sobre anticonceptivos; las clínicas de control natal, mientras que el aborto se definía como un “acto de sabotaje contra el futuro racial de Alemania” (Grunberger, 1987).

Sobre algunos de los datos curiosos pertinentes a nuestros objetivos, hay que recalcar que Hitler admiraba la tradición militar musulmana pero consideraba a los árabes como “racialmente inferiores”. (Speer, 1971). Dentro del Imperio Nazi. Nueva York: Avon.) ¡Cuánta sabiduría oh, mi Führer! Tu siempre visionario del futuro del cristianismo que tan bien te ajusta. Hitler creía que los Alemanes; “racialmente superiores”, en conjunto con el Islam hubieran podido conquistar el mundo entero durante la edad media (Spiro, 2008). Pensamientos tan priístas cargados de valor moral eran los que caracterizaban a “mi Führer”. ¿No les parece a veces, el Volkswagen o Vochito un tanquecito de guerra divino?

A pesar de haber tocado un poco el rol de la madre, debemos señalar el por qué la mujer en el Imperio Nazi eran una piedra angular en la política social nazi. El imperio se opuso al movimiento feminista ya que éste dañaría los objetivos del régimen y por lo tanto a su oportuna administración del poder público. El estado constituiría una sociedad patriarcal en la que las mujeres alemanas debían concebir su mundo con sencillez y visión a futuro; es decir, su mundo se traduciría a: su esposo, su familia, sus hijos y su hogar (Pauley, 2003). ¡Qué libertad de albedrío se respiraba en el Imperio!. Tienen tanto que aprender estos posmodernos de ahora. Emplear a la mujer era económicamente dañino para las familias, para la comunidad, para el régimen, entonces Hitler decidió tomar las medidas necesarias y remunerar a las mujeres con el 66% de lo que un hombre ganaría en las mismas circunstancias laborales (Pauley, 2003).

Vaya, Él régimen (mayúsculas y tilde meramente ajenas al sarcasmo) requería que las mujeres apoyaran “activamente” al estado a través de lo que les era pertinente, es así que el Führer designa a Gertrud Scholtz-Klink (atentos a esta Gertrudis) como líder de la Liga Nacional Socialista de la Mujer, que instruiría a la mujer en su rol primario en la sociedad: el cuidado de los niños y la servidumbre al varón - “la misión de la mujer es ser el cuidado en su hogar y servir al hombre hasta el último momento de su existencia.” (Pauley, 2003) (y a los demás hombres cuando el suyo falleciera). Es así que el régimen nazi desalentaba la búsqueda de una educación superior en la mujer desde la escuela secundaria. El número de mujeres inmersas en la educación secundaria cayó drásticamente de 437,000 en 1926 a 205,000 en 1937; alrededor de un 53% (Rupp, 1978).

En fin, cayó el imperio nazi y a pesar de que hasta el momento esto se asemeje a un curso de historia universal, no lo es, así que pasemos al siguiente punto: Se acaba la guerra, lo que no necesariamente conlleva a la paz. Las fuerzas del Reino Unido toman Alemania y disuelven organizaciones y empresas nazis en su totalidad. Pero recordemos que los británicos tienen una de las personalidades más carismáticas entre los europeos, así que tuvieron la suficiente misericordia para no disolver algunas empresas que llamaremos “pseudo-privadas-paraestatales” ya que, a pesar de satisfacer necesidades de control por parte del régimen (como todo), algunas también satisfacían necesidades del pueblo alemán, entre ellas: Volkswagen y el, a pesar de no ser británico, carismático “Vochito”. Alemania se divide en dos partes y la empresa se encuentra bajo la jurisdicción de La Regeneración Alemana Occidental en 1949.

Pasan los años cincuenta y el “vochito” sin cambios. Llega un ganador (¿alemán? - ¡sí!, Alemania “perdió” la guerra pero ganó en el texto) del premio Nobel de literatura: Hermann Hesse con su “Siddharta” y en conjunto con Janis Joplin contagian al mundo con la “onda groovie” y cosas locas. La cultura pop y Warhol empapan al mundo y es así que nuestro vehículo favorito toma las riendas del contexto. El auge del Volkswagen se destapa de 1961 a 1975 y ningún hippie que haya leído el “Siddharta” y textos sobre la psique y los medios de comunicación se escapa del deseo mainstream de tener un “escarabajito”. La política en Alemania también se ve beneficiada por el Canciller Erhand quien es el padre del milagro económico alemán y está cargado de tendencias liberales. Los hippies de todo el mundo toman el “divino tanquecito de guerra” nazi y con ayuda de un poco de LSD lo convierten en su bandera de paz y amor. Lo “feminizan”, vaya. ¿Qué argumentaría Darwin sobre esta consistente supervivencia y metamorfosis de un vehículo?.

Alemania pasa por un periodo político y económico perezoso con los cancilleres Schmidt y Kohl del 74 al 89 hasta que las letras de The Wall de PInk Floyd tienen la suficiente fuerza para derribar el grafitti que separa a la Alemania donde nace el Sol de a la Alemania donde se pone el mismo. Es aquí donde parece ser que el dejá vu de canciller alemán (ambos tenían el mismo apellido: Kohl) cansado e incapaz de satisfacer a ésta nueva Alemania reunificada no tienen para donde ir hasta que ¿adivinen quién da un paso en su evolución Darwiniana?. Sí, el “vochito” se convierte oficialmente en lo que en México conocemos como el popular Beetle. Es entonces que en la cultura “ultra-occidental” o “de éste lado del charco” las mujeres con una rosa en el tablero como arma y Barbie con pintura rosa, le arrebatan la bandera a los hippies y toman el poder del Beetle. Es así que las niñas en todo el mundo son educadas con este “combo Barbie” que se vende por separado y a propósito, o no, se salpican de un poco de lo que Hitler mandó hacer a nuestra queridísima Gertrud (a.k.a. Gertrudis) Scholtz-Klink en la Liga Nacional Socialista de la Mujer del imperio nazi.

Llega 2005 y Angela Merkel desligada de argumentos como “porque soy mujer” o “la mujer tiene palabra” toma la batuta de Alemania. A la Mutti o “Madrecita”, como la llaman algunos por allá, ha sido nombrada la mujer más influyente y poderosa del mundo; posee un doctorado en Física Química gracias a la investigación que ha hecho referente a la Química Cuántica y su carrera política comenzó cuando fomentó la reunificación alemana. Angela posee el conocimiento, la capacidad, la habilidad y las actitudes que cualquiera desea. Es responsable de una mejora indiscutible en la productividad económica de su país y en la administración de toda Europa tras la crisis actual. Pero, por otro lado, hay que tomar en cuenta que Merkel es integrante del Partido de la Unión Democrática Cristiana y que a pesar de haberse divorciado hace más de treinta años, sigue usando el apellido de su ex-marido: ¡Merkel!. La política de esta mujer se basa en primera instancia en defender a la familia como fundamento de la sociedad: no a la clonación; no a la eutanasia; no al aborto y no al multiculturalismo en su país. Éste último argumento nos deja reflexionando sobre la flexibilidad del pueblo alemán en los últimos setenta años. Alemania sigue teniendo un fuerte domino, poder y control del mundo. Pensemos: ¿Qué propone Angela Merkel en género y sexualidad? Si el régimen nazi siguiera en pie no hay duda de que el 12 de Agosto le concederían el Honor de Madre Alemana con el distintivo no de bronce, ni plata, ni oro, si no de titanio, plutonio o uranio (añadiendo que nuestra Mutti favorita fue Ministro de Conservación de la Naturaleza y Seguridad Nuclear). Angela no tiene hijos y hay un oscuro murmuro psicoanalítico y Freudiano que proviene desde la frontera con el sur, desde Austria, en el que se distingue algo así como que “es posible que Angela esté usando inconscientemente ese “instinto maternal” para cobijar una Alemania que ha perdido su Padre.



Una hipótesis es que ese inconsciente sale a la luz a través de nuestro querido “vocho” cuya propaganda según esta nueva y última transformación en 2012, dice It’s a boy y NOT girl power que traducimos como una especie de ritual de cambio de género en el que Adolf Hitler se apodera del inconsciente colectivo Jungüiano y susurra a los alemanes que algo está mal con el “automóvil del pueblo”. Este tanquecito debería ser un hombre según las costumbres cristianas de Merkel.

Volkswagen está tratando de masculinizar al Beetle por cuestiones de mercadotecnia, entendemos por esto el definirle una apariencia más agresiva (digna del varón). Esta transformación del Beetle parece ser paralela a la de Alemania, metamorfoseándose como Kafka en un ciclo que emula un espiral infinito que parece un “Eterno Retorno” según el más importante filósofo alemán, Nietzsche.

Reflexionemos sobre este paralelismo entre la historia del género de un pueblo en el contexto mundial y un propio objeto de culto que ha estado sujeto de estas “transformaciones” en su sociedad, el Volkswagen. De acuerdo a Marina Subirats (1994), los países que fueron y siguen influenciados por la religión ortodoxa del cristianismo tienen menos posibilidad de coeducación. Su modelo económico por más fuerte que sea, sigue sujeto a esta dualidad polar en la constitución y en el trato a los géneros femenino y masculino. El modelo de familia debe ser estática cómo en un principio lo planteó Hitler en los términos para el diseño del Volkswagen para que el mercado funcione adecuada y repetitivamente. Estas sociedades están esclavizadas en un ciclo sin fin.
Angela Merkel posee un papel fundamental en la correlación de la doctrina y la praxis que propone Marina Subirats (1994). Por un lado, posee el conocimiento científico, el dominio tecnológico, la distinción en los sustantivos femeninos del alemán en comparación con el español, entre otras ventajas. Sus ataduras al cristianismo son obstáculos clave en lo que propone Subirats. Angela tiene la capacidad de romper el muro por segunda vez en la historia de Alemania y así también, puede brindarnos a todos los que nos ocupamos sobre la coeducación y la transformación de la construcción del género, posibilidades. Recordemos que a pesar de que todo el cristianismo, el inconsciente del régimen nazi y la cultura machista unan sus fuerzas, Angela tiene un doctorado en Química Cuántica y a pesar de parecer idealista; esotérico; pasivo; sumiso y de esta forma vinculado con lo que antes comprendíamos como meramente “femenino”, Merkel puede tener dones de alquimista y hacer magia para romper la teoría, un (ahora) inexistente muro de Berlín y el muro que nos separa de la pluralidad de identidades de género.


Referencias

1. Grunberger, R. (1987). A social history of the Third Reich. U.K.: Pelican Books

2. Spiro, J. P. (2008). Defending the Master Race: Conservation, Eugenics, and the Legacy of Madison Grant. Lebanon, New Hampshire: Universidad de Vermont.

3. Pauley, B. (2003). Hitler, Stalin & Mussolini: El totalitarismo en el Siglo XXI. Italia (2 ª ed.), Wheeling: Harlan Davidson

4. Rupp, L. (1978). Mobilizing Women for War: German and American Propaganda, 1939–1945. Princeton, N.J.: Universidad de Princeton.

5. Subirats, M. (1994). Conquistar la igualdad: la coeducación hoy. Revista Iberoamericana de Educación, Número 6. Barcelona, España.

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